Una decisión política largamente esperada -con implicaciones de seguridad nacional y derechos humanos- permitió al Talibán recuperar el poder en Afganistán, destruyendo la ilusión de convertirlo en país democrático y hundiendo a la mayoría de sus habitantes en el temor, incertidumbre y desesperación, que contrasta con la esperanza que, vimos personalmente, generó la derrota del Talibán en 2001.
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